Antes de comenzar, quiero decirte que he deseado comenzar este relato desde hace mucho tiempo. Seguiré escribiendo partes de estas crónicas en cuanto pueda y espero tener el suficiente material para algún día hacer un libro. (Todos tenemos sueños)
"Lo único que deben saber de mi es que tengo diecisiete, me gustan los cigarrillos y la promiscuidad. Soy educado, inteligente, intro/extrovertido, músico, y perezoso. Aquí encontrarás mis vivencias y problemas, compartiré contigo lo que mi madre no sabe. A la verga, comencemos."
Por la mañana no puede faltar un cigarrillo. No solo el fumar, sino la misión de esconder el hábito de mi madre, el sentir adrenalina antes de que el sol aparezca. El no saber si me meteré en problemas solo por darme un placer momentáneo. Fumo por que me gusta, porque no me es permitido, porque me mata lentamente. A mi corta edad he descubierto que la vida es una mierda, que debo hacer todo lo que pueda antes de morir; pues quizá mañana ya no me pueda masturbar. Hablando de eso, ¡vuelvo enseguida!
Bueno, mi garganta me arde, las bolas me pican, y mis ojos se encuentran deseosos de cerrarse por otro año. Un día perfecto para ir a la escuela. La escuela, conocida también como el Purgatorio, es el edén para todas las almas deseosas por la muerte. Me vale un soberano pene la gente que en realidad se la disfruta, yo dejaría de asistir si no me fuera obligatorio. Sé que debo estudiar para hacerme una profesión, pero mi verdadera pasión es la música. Me ganaría la vida honestamente tocando mi guitarra y sería feliz. Pero no, tengo que ir a la escuela. En ella hay personas que odio, maestros que deberían chuparme el pito, chicas que su única actividad productiva es quejarse de los demás, patanes que se jactan de proezas sexuales, y lo más que han hecho es ver unas tetas por la televisión, y mucha otra gente indeseable. No he llegado bien y al describir el chiquero ya no quiero entrar. Existe un .052 % que me ocurra algo interesante aquí, y mi deseo de todos los días es que ocurra semejante acontecimiento.
Me encuentro en el primer periodo, historia. ¡Quiero un puto cigarrillo! Hay veintisiete estudiantes y encuentro a cada uno un espíritu aburrido el cual no me estimula mentalmente. Deberán creer que soy un engreído que odia todo a su alrededor; puede ser, pero no me veo de esa manera. Pienso que soy solo otro adolescente ya harto de las mismas mamabicherías de la gente. Quiero conocer a gente que me haga dudar, me estimule, me haga pensar, me propicien erecciones, entre muchas otras cosas.
He aquí llegó la hora de almuerzo, tiempo para un cigarrillo.
Algo peculiar pasó durante el almuerzo. Observé por primera vez a una chica en la escuela. Según las malas lenguas, es nueva, así que es una presa fácil. Es bonita, quizá si mi labia funciona, me podría chupar el pito antes de Matemáticas.
Le dije: "¡Hola!" Como si la conociese desde pequeños.
- "Hola." respondió sin mucho interés.
- "Nunca te había visto por estos predios, ¿acaso eres nueva?"
- "Sí, soy nueva en esta mierda."
(Ya me agrada la desgraciada.)
- "Esto es un basurero, la gente vale la mierda que dejas en los retretes sucios del segundo piso. Debes usar los de los maestros si quieres mantener tu cola limpia."
- "Gracias por el consejo, es muy posible que lo use. Discúlpame, ese olor... ¿es de cigarrillos?"
- "Si. No pierdas el tiempo en delatarme, estoy seguro que encontraría una manera de devolverte el favor..."
- "No seas pendejo. Dame uno."
- "Vale."
Fuimos a mi rinconcito de siempre y prendimos. "¿Cuál es tu horario?" le pregunté con ansias de seguir conversando.
- "Tengo Historia, Matemáticas e Inglés. ¿Y tú?"
- "Matemáticas, periodo libre, Coro." Eres nueva, ningún maestro sabrá que faltaste. Corta, quédese aquí y conozcámonos un poco mejor." Para mi sorpresa, sonrió. Lanzó su mochila hacia un lado y tomo asiento en el suelo.
- "Bueno, ya he fumado contigo y ni siquiera sé tu nombre."
- "Soy quien tu quieras que sea." Respondí.
- "Deja la labia pendeja. Todo lo que tendrás de mi son las ganas."
Creo que ya deben saber (por mi actitud, forma de hablar, entre otras cosas) que una chica que te hable sucio es algo que encuentro sumamente atractivo.
- "¿Ah, sí? Ganas no me faltan para hacerte gritar como sé que nunca te han hecho."
- "Por favor, no tienes la habilidad de hacerme sudar. Chicos como tú hablan mucho y hacen poco."
- "¿Me retas?"
- "Te reto."
Me acerqué a ella, tomé su brazo y la empujé hacia mi. Abrió los ojos como si no creyese lo que estaba pasando. La tomé por la cintura fuerte, miré sus labios y la besé. Una mezcla perfecta de humo y lápiz labial. Se separó y me dijo: "Puede ser que tengas bolas, después de todo." Tomó su mochila y se fue.
"Esa fue mi experiencia hoy en la escuela."
- "Dime, ¿son hechos verídicos, o me estás tomando el pelo?" dijo el Dr. Pratts, mi sicólogo.
- "¿Qué pelo he de tomarte? Estás más calvo que mis bolas."
- "Bueno eso es posible, pero las mías han visto más vaginas de las que tienes el tiempo para imaginar."
Tuve que quedarme callado, le quedó buena.
- "Oye Pratts, ¿tienes un cigarrillo?"
- "Sabes que son malos para tu salud."
- "Pensé que tu trabajo era ayudarme mentalmente, al carajo mis pulmones."
- "Eres otro chico normal. No tienes problemas mentales. Tus visitas ocurren porque tu madre piensa que te pasa algo, y quiere que yo lo averigüe. La realidad es que tienes una mente más desarrollada que algunos adultos que conozco." Decía pasándome un cigarrillo.
- "Gracias. No me molesta seguir con mis visitas, eres una de las pocas personas que me aburren."
- "Eso lo tomo como un halago. Se nos acaba el tiempo, una pregunta antes de que te retires; ¿Qué piensas de Dios?"
- "Pratts, eso es algo que no puedo contestar para el poco tiempo que nos queda. La próxima vez te diré en detalle lo que pienso. Hasta luego, ya estoy tarde para mi paja de las seis."
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