Tuesday, July 21, 2020

Guapa


Hola, Guapa.

Hace mucho tiempo que no hablamos, hace mucho tiempo que no te pienso, hace mucho tiempo que no te escribo. Aunque no lo creas, no es por falta de ganas; sino por una misteriosa inhabilidad de poder concretar mis pensamientos para plasmar mi sentir. Llevo varias noches sin dormir tratando de encontrar una cura a este insomnio y creo que por fin puedo esclarecer el asunto.

Esto no es una carta de amor, Guapa.

Recuerdo cuando te conocí hace diez años como si fuese ayer. Jamás había visto a un ser que me hiciera sentir de la manera en que lo hiciste tú. Nunca me había enamorado porque no sabía lo que era el amor, pero tú cambiaste eso; y a la vez me cambiaste la vida. Fuiste la primera chica a la que le dije guapa, Guapa. A su vez, tú me brindaste cariño y compañía, por más inconsistente que fuera. Yo traté de darte todo lo que tenía, pero fue imposible. Hasta ese momento tú me habías dado todo lo que tenía, así que no te lo pude dar porque ya te pertenecía. Esa realización me tomó más de una década comprenderla; pero hoy duermo más tranquilo al poder comprenderte mejor. Hoy te veo con otros ojos. Ya no me quedo perplejo al mirarte a los ojos, ya no se me eriza la piel cuando te escucho, ya no ocupas espacio por tiempos prolongados en mi cabeza. Fuiste la primera que me dio amor, Guapa; por eso siempre te estaré agradecido.

Recuerdo que te conocí hace ocho años en el mejor verano de mi vida. Llegaste de repente, sigilosa e incandescente. Aún éramos jóvenes, no sabíamos qué queríamos, a dónde iríamos o cómo lograríamos nuestros sueños; pero nos teníamos, y juntos encontraríamos la respuesta. Ya tenía una idea de lo que era el amor, pero, nuevamente, fuiste tú, Guapa, la que me mostró mi amor por la música. Encontraba fascinante la manera en que te perdías en tu propio mundo cuando escuchabas una canción que te gustaba. Tu sonrisa brillaba con la fuerza de cien soles cada vez que me mirabas sorprendida, cuando te dabas cuenta de que estaba cantándola contigo. Guapa, eras impresionante. Juraba que eras el amor de mi vida. Pero el verano se acabó, y con el partiste. Lloraste esa última noche de julio, y fue ahí que supe que me quisiste tanto como yo a ti. En ese momento supe que lo que vivimos fue real, por más efímero que haya sido. Partiste a buscar lo que querías, a ir donde te placiera y a lograr tus sueños. La vida no ha sido buena contigo, Guapa; pero aún vives en mis memorias: dulce, solemne, pasional, luchadora, y obviamente, eternamente guapa. Te agradezco el dolor que tu partida me trajo, pues me hizo más fuerte. Te estoy agradecido porque más que nuestro amor, me obsequiaste un amor más fuerte; el que le tengo a la música.

Recuerdo como te conocí hace seis años. Ya había amado y sufrido bastante, pero nada comparado a lo que habías sobrellevado tú. Me llamó la atención lo parecido que éramos el uno con el otro, Guapa. Que nuestra manera de ver la vida era distinta a los demás. Por más cínicos que nos hayamos convertido, siempre buscábamos darle todo nuestro ser a los demás; porque sabíamos lo mucho que duele el sentirse vacío. Ya mi arsenal constaba en el amor que tenía para dar y el amor por la música. Sin embargo, tú, siempre lista para sorprender; causaste que yo mismo descubriera y desarrollara una nueva forma de amor, el amor a la escritura. Para los tiempos que no te hablaba, Guapa, te escribía. Fuiste mi primera musa. Las incontables horas que pasé dedicándote palabras han sido una de las mejores inversiones que he podido hacer en la vida. Te convertiste en mi fiel compañera, siempre ansiosa de ver que invento nuevo se me ocurría y siempre impulsándome hacia las nubes. Me amaste como nadie me había amado antes; y lo digo sin temor a equivocarme, te amé como nunca lo había hecho y como nunca lo he vuelto hacer desde entonces. Todo lo bueno termina; pero nunca te he guardado rencor. Te agradezco porque nos amamos con el mismo fervor de ese que aparece en los filmes que te gustan. Te agradezco porque me hiciste mejor músico y porque gracias a ti soy escritor. Te agradezco porque me rompiste el corazón, quebrantaste mi espíritu y me hiciste comprender que lo que una Guapa te da, una Guapa te lo puede quitar.

Recuerdo cuando te conocí hace unas semanas, Guapa. Llevaba años siendo esclavo de mis memorias, llevaba años sin escribir algo que tuviese un verdadero significado. Me bastó con tener una conversación contigo para saber que de ti escribiría; pues por supuesto, eres tú, Guapa. Esa semana fue una intensa; y desde ahí creo que comienza el asunto del que te hablaba al comienzo.

Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que era el amor.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo puro del amor a la música.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que tenía dentro y como plasmarlo en letras.
Te recordé, Guapa. Te recordé porque, otra vez, me obsequiaste con algo que no había tenido antes; amor propio.

Te recordé porque con tan solo hablar contigo, después de tantos años, volví a redescubrir lo que es el amor, lo que es amar la música, lo que es amar la escritura y lo que es amarme a mi mismo y a la vida que llevo. Te recordé porque, aunque dije que te conocí hace unas semanas, pienso que esa no es la mejor manera de explicarlo. No lo veo como que te conocí, Guapa; sino que recordé cada instancia, cada versión y cada vida en dónde nos hemos encontrado. Cada cosa nueva que me dices, cada acto que haces y cada obsequio que me das con tu tiempo y compañía lo veo como recuerdos gratos que me han marcado y desarrollado en el camino. Por eso estoy agradecido contigo, Guapa, pues gracias a ti es posible que por fin pueda matar de una vez y por todas al olvido que siempre se acuerda de resucitar.

Esto no es una carta de amor, Guapa.

Este soy yo, dejando plasmado en letras lo que me agobia la mente y el alma; de manera terapéutica y fugaz. Esto es para ti, porque sé que cuando lo leas sabrás que es para ti; mostrándote un poco de mi para que sientas, al igual que yo, que no me estás conociendo, sino me estás recordando en este tiempo imperfecto.


No comments:

Post a Comment