Hola, Guapa.
Hace mucho tiempo que no
hablamos, hace mucho tiempo que no te pienso, hace mucho tiempo que no te
escribo. Aunque no lo creas, no es por falta de ganas; sino por una misteriosa inhabilidad
de poder concretar mis pensamientos para plasmar mi sentir. Llevo varias noches
sin dormir tratando de encontrar una cura a este insomnio y creo que por fin
puedo esclarecer el asunto.
Esto no es una carta de
amor, Guapa.
Recuerdo cuando te conocí
hace diez años como si fuese ayer. Jamás había visto a un ser que me hiciera sentir
de la manera en que lo hiciste tú. Nunca me había enamorado porque no sabía lo
que era el amor, pero tú cambiaste eso; y a la vez me cambiaste la vida. Fuiste
la primera chica a la que le dije guapa, Guapa. A su vez, tú me brindaste cariño
y compañía, por más inconsistente que fuera. Yo traté de darte todo lo que
tenía, pero fue imposible. Hasta ese momento tú me habías dado todo lo que
tenía, así que no te lo pude dar porque ya te pertenecía. Esa realización me
tomó más de una década comprenderla; pero hoy duermo más tranquilo al poder
comprenderte mejor. Hoy te veo con otros ojos. Ya no me quedo perplejo al
mirarte a los ojos, ya no se me eriza la piel cuando te escucho, ya no ocupas
espacio por tiempos prolongados en mi cabeza. Fuiste la primera que me dio
amor, Guapa; por eso siempre te estaré agradecido.
Recuerdo que te conocí
hace ocho años en el mejor verano de mi vida. Llegaste de repente, sigilosa e
incandescente. Aún éramos jóvenes, no sabíamos qué queríamos, a dónde iríamos o
cómo lograríamos nuestros sueños; pero nos teníamos, y juntos encontraríamos la
respuesta. Ya tenía una idea de lo que era el amor, pero, nuevamente, fuiste tú,
Guapa, la que me mostró mi amor por la música. Encontraba fascinante la manera
en que te perdías en tu propio mundo cuando escuchabas una canción que te
gustaba. Tu sonrisa brillaba con la fuerza de cien soles cada vez que me
mirabas sorprendida, cuando te dabas cuenta de que estaba cantándola contigo.
Guapa, eras impresionante. Juraba que eras el amor de mi vida. Pero el verano
se acabó, y con el partiste. Lloraste esa última noche de julio, y fue ahí que
supe que me quisiste tanto como yo a ti. En ese momento supe que lo que vivimos
fue real, por más efímero que haya sido. Partiste a buscar lo que querías, a ir
donde te placiera y a lograr tus sueños. La vida no ha sido buena contigo,
Guapa; pero aún vives en mis memorias: dulce, solemne, pasional, luchadora, y
obviamente, eternamente guapa. Te agradezco el dolor que tu partida me trajo,
pues me hizo más fuerte. Te estoy agradecido porque más que nuestro amor, me
obsequiaste un amor más fuerte; el que le tengo a la música.
Recuerdo como te conocí
hace seis años. Ya había amado y sufrido bastante, pero nada comparado a lo que
habías sobrellevado tú. Me llamó la atención lo parecido que éramos el uno con
el otro, Guapa. Que nuestra manera de ver la vida era distinta a los demás. Por
más cínicos que nos hayamos convertido, siempre buscábamos darle todo nuestro
ser a los demás; porque sabíamos lo mucho que duele el sentirse vacío. Ya mi
arsenal constaba en el amor que tenía para dar y el amor por la música. Sin
embargo, tú, siempre lista para sorprender; causaste que yo mismo descubriera y
desarrollara una nueva forma de amor, el amor a la escritura. Para los tiempos
que no te hablaba, Guapa, te escribía. Fuiste mi primera musa. Las incontables
horas que pasé dedicándote palabras han sido una de las mejores inversiones que
he podido hacer en la vida. Te convertiste en mi fiel compañera, siempre
ansiosa de ver que invento nuevo se me ocurría y siempre impulsándome hacia las
nubes. Me amaste como nadie me había amado antes; y lo digo sin temor a equivocarme,
te amé como nunca lo había hecho y como nunca lo he vuelto hacer desde entonces.
Todo lo bueno termina; pero nunca te he guardado rencor. Te agradezco porque
nos amamos con el mismo fervor de ese que aparece en los filmes que te gustan.
Te agradezco porque me hiciste mejor músico y porque gracias a ti soy escritor.
Te agradezco porque me rompiste el corazón, quebrantaste mi espíritu y me
hiciste comprender que lo que una Guapa te da, una Guapa te lo puede quitar.
Recuerdo cuando te
conocí hace unas semanas, Guapa. Llevaba años siendo esclavo de mis memorias,
llevaba años sin escribir algo que tuviese un verdadero significado. Me bastó
con tener una conversación contigo para saber que de ti escribiría; pues por supuesto,
eres tú, Guapa. Esa semana fue una intensa; y desde ahí creo que comienza el
asunto del que te hablaba al comienzo.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que era el amor.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo puro del amor a la música.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que tenía dentro y como plasmarlo en letras.
Te recordé, Guapa. Te recordé porque, otra vez, me obsequiaste con algo que no había tenido antes; amor propio.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que era el amor.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo puro del amor a la música.
Te recordé, guapa, y cómo me enseñaste lo que tenía dentro y como plasmarlo en letras.
Te recordé, Guapa. Te recordé porque, otra vez, me obsequiaste con algo que no había tenido antes; amor propio.
Te recordé porque con
tan solo hablar contigo, después de tantos años, volví a redescubrir lo que es
el amor, lo que es amar la música, lo que es amar la escritura y lo que es
amarme a mi mismo y a la vida que llevo. Te recordé porque, aunque dije que te
conocí hace unas semanas, pienso que esa no es la mejor manera de explicarlo.
No lo veo como que te conocí, Guapa; sino que recordé cada instancia, cada
versión y cada vida en dónde nos hemos encontrado. Cada cosa nueva que me
dices, cada acto que haces y cada obsequio que me das con tu tiempo y compañía lo
veo como recuerdos gratos que me han marcado y desarrollado en el camino. Por
eso estoy agradecido contigo, Guapa, pues gracias a ti es posible que por fin
pueda matar de una vez y por todas al olvido que siempre se acuerda de
resucitar.
Esto no es una carta de
amor, Guapa.
Este soy yo, dejando
plasmado en letras lo que me agobia la mente y el alma; de manera terapéutica y
fugaz. Esto es para ti, porque sé que cuando lo leas sabrás que es para ti; mostrándote
un poco de mi para que sientas, al igual que yo, que no me estás conociendo,
sino me estás recordando en este tiempo imperfecto.